El cine de la gente sin casa

2022-10-07 22:17:06 By : Ms. Yin Irene

‘En los márgenes’, la primera película dirigida por Juan Diego Botto y coescrita con Olga Rodriguez, se convierte en el mejor cine: el buen cine social.

Fotograma de ‘En los márgenes’.

En el cine la gente vive siempre en casas que no son como las de la gente.

Luz natural que ilumina el vestidor, sábanas blancas, cocinas con isla, espacio para discutir con coreografía y hasta para huidas, discusiones con tiro de cámara amplio y gente que se grita de un lado a otro de la habitación, sin que le oigan los niños, que están en la otra punta de la casa.

Pero nuestras casas son pequeñas y a veces oscuras y nuestras discusiones no son épicas ni ocurrentes porque nuestros problemas son una mierda sin moqueta.

Por eso vamos al cine. A ver otras vidas y así jugar hora y media a vivirlas.

Pero hubo un tiempo en que el cine era un arma para pellizcar conciencias. Y en las películas las casas eran oscuras y la ropa de estar por casa y los problemas se parecían a los de quienes mirábamos la pantalla. Un cine que contaba vidas invivibles, como las nuestras, y que nos recordaba que el bando siempre se puede elegir.

Y Juan Diego Botto y Olga Rodríguez han traído este cine de vuelta. En los márgenes, dirigida por el primero, que se estrena tras las cámaras y coescrita por ambos, se convierte en el mejor cine: el buen cine social.

Voy a empezar con las guionistas porque en esta película, que está magistralmente dirigida e impresionantemente interpretada, el secreto es el guión.

La historia que han escrito Rodríguez y Botto es la de muchas personas en España y en el mundo. La historia del capitalismo: hacer lo que es debido, cumplir las normas y descubrir que no sirve para nada, que el sistema te come. Porque no eres su instrumento, eres su alimento.

A las tramas centrales, relacionadas con los desahucios y la organización colectiva contra ellos, se suman críticas abiertas al sistema de asistencia social, saturado y sin recursos, pero también racista y deshumanizado. Solo en una escena terrible por real, la policía queda como la lacaya del sistema que es. Pero, por si acaso, se “cuela” un ACAB en plano (que ya te digo yo que no ha sido un despiste). Y por si no lo habías pillado, quienes luchan por la dignidad en la calle gritan “vergüenza me daría ser policía”. Pues ya estaría.

Y hay mucha, pero mucha, perspectiva feminista en la historia.

Mujeres cansadas de cuidar, mujeres cansadas de sostener, mujeres cansadas de pelear, mujeres cansadas de aguantar las formas de los hombres. Mujeres cansadas. Nuestras vidas.

Luis Tosar está impresionante porque a este hombre te lo crees. De maltratador o de abogado de todas las causas, menos de las de quienes le quieren y le necesitan. Su personaje está escrito de forma brillante y él lo borda. Masculinidad ya rancia, sueños con ancla, querer arreglar el mundo solo (qué de tío es esto), no soportar la decepción de tanto usarla, creer que todo vale, si la causa es buena. Cuida mal, quiere mal, desatiende su curro y es de un incivismo aparcando que igual en Madrid se puede, pero en Bilbao le habrían frito a multas. Pero le adoras. Un poco.

Penélope Cruz está brillante. Resulta difícil imaginarte a ese mujerón magnético que me dejó temblando en el Zinemaldia con un mirada que no olvidaré y una respuesta que era una lección -de Chanel de arriba abajo- a punto de ser desahuciada. Pero es que no hace falta que te lo imagines, ella te lo regala. Esa actriz inmensa que es se hace pequeña, se mueve asustada y nerviosa, siente la rabia pero no las ganas de rendirse. Está enfadada con el sistema y con el imbécil de señoro inútil y cobarde al que ha montado una vida.

Pero es que esta señora no se ha limitado a interpretar un personaje difícil porque se parece a casi todas las mujeres menos a ella. Ella es la productora de la película. Y la gente que paga es la que tiene la última palabra y en esta película se nota en cada plano que la última palabra ha sido “hagamos una película que cambie algo (aunque no seamos de la gente que necesite los cambios)”.

Juan Diego Botto está perfecto. Aunque después de verle en Una noche sin luna, la obra de teatro que escribió con Sergio Peris-Mencheta sobre Lorca, este hombre puede hacer lo que le dé la gana, que le querremos. Su papel también es un arquetipo, eso que en euskera decimos “kalean uso, etxean otso” (en la calle paloma y en casa lobo). La escena de “agárrale el teléfono a tu vieja” es ternura y masculinidad de mierda a la vez, que es muy difícil. Y la discusión con su mujer es una escena que demasiada gente ha vivido. Y ellos seguro que no, pero no se nota nada. Te los crees hasta el nudo en el pecho.

La música original es de Eduardo Cruz y hay una tema central, interpretado por Rozalén, que sostiene el mensaje de lo común como única salida para el optimismo en toda su letra, especialmente en el verso “lucha porque tu voz se escucha y sonará potente si es en comunidad”.

Hay muchos guiños a la lucha social, a la que hace honor esta película. La escena de la asamblea es un pequeño documental dentro de la peli, pues son las personas reales con sus historias intolerables. Pero hay más pistas. El colegio, que se llama Dulce Chacón, la pintada “no es amor, es trabajo no pagado”. Que Juan Diego Botto se acercara a la gente de la PAH que le esperaba en la alfombra roja del Zinemaldi, que hayan hecho un pase especial para la asamblea de la PAH en Madrid y que Penélope Cruz haya donado un tercio de su Premio Nacional de Cinematografía a la lucha contra los desahucios. Eso es hacer películas, pero no contarlas.

Perdonadme esta frivolidad, pero a mí me parece una fantasía que el peluquero y maquillador de Penélope Cruz se llame Pablo Iglesias.

La película es preciosa y terrible. Yo acabé llorando al lado de la pareja que me había regalado su entrada de sobra, como si acabáramos de parar un desahucio pero supiéramos que habrá miles más. Todas salíamos del cine secándonos las lágrimas.

El mundo necesita este cine. Películas bonitas, bien escritas, bien rodadas, bien interpretadas. Pero películas que se han hecho para que la gente salga cambiada del cine y salga con una cuña en la creencia de que las cosas no se pueden cambiar. Películas en las que los malos sean los de verdad: los bancos, los fondos buitre, los empresarios, la policía. Y las buenas ganen.

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Etiquetas: Activismo, Cine, Cine feminista, Vivienda

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